La raza Anglo-Árabe se caracteriza por su resistencia, vivacidad, capacidad de aceleración y velocidad, a lo que llevó a ser utilizado para las competencias de salto de obstáculos en todos los terrenos, de ahí sea conocido por sus aptitudes atléticas en cualquier competición al ser un caballo muy versátil.
Se puede decir que la cría de esta raza pura sangre se inició en Francia a mediados del siglo XIX, a partir del pura-sangre Inglés y Árabe. Su intención era fusionar las mejores cualidades de ambas razas para conseguir un caballo deportivo, a la vez que noble y veloz. Para que un caballo se considere de raza Angl-Árabe debe tener, al menos, un 25% de raza árabe.
Aunque hay una leyenda que cuenta que el verdadero iniciador de la raza Anglo-árabe se cree que fue Napoleón, gran defensor de los caballos árabes, al que le gustaba mucho sus cruces, por la resistencia y adaptación a toda clase de territorios.
Con el cruce se consiguió que el Anglo-Árabe presente la cabeza del pura sangre árabe elegante, con una frente ancha y ojos muy vivarachos. Tiene un cuello largo con hombros largos e inclinados. Si bien el tronco es más pequeño y la grupa ligeramente descendente sus patas no son rectas, aunque realizan los movimientos muy amplios que le da una capacidad de salto excepcional.
La cola arranca de una posición elevada y se extiende con prestancia. Con sus largas extremidades y sus bien formados cascos, el caballo anglo-árabe se mueve con agilidad y elegancia. Son de capa castaño oscuro, tordo y alazán. Se trata de un caballo inteligente que tiene robustez, resistencia y velocidad. De hecho ha alcanzado gran éxito en una amplia gama de deportes de competición aportando clase y calidad.
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